La salud mental es importante a cualquier edad

La salud mental ha sido durante demasiado tiempo un tema tabú. Pero, en los últimos años, se ha empezado a visibilizar como nunca, sobre todo a raíz de que la pandemia ha acentuado muchos de los dolores sociales ya existentes.

Este cambio de mentalidad general, afortunadamente, nos está llevando a normalizar el hecho de pedir ayuda en salud mental y a poder hablar de los problemas psicológicos abiertamente sin miedo al estigma.

Pero, como ocurre tantas veces, este proceso se está dando sobre todo en las generaciones más jóvenes. Las redes sociales están siendo un altavoz para que se hable abiertamente de ello. La gente cuenta problemas, episodios críticos y experiencias que antes tal vez se intentaban ocultar al máximo. Por ende, también ha crecido la demanda hacia las instituciones de que haya un aumento del ratio de psicólogos por habitante en la sanidad pública, dado el coste medio de cada sesión mediante los profesionales privados.

La salud mental en las generaciones menos jóvenes

Conforme observamos a las generaciones más mayores, más persiste el tabú del que hablábamos antes. Hace décadas, expresar sentimientos y cuidar la salud emocional estaba peor visto que ahora y muchas personas se han educado de espaldas a ello, llevando sus problemas en silencio.

Los roles de género, más férreos en las generaciones más mayores, también han afectado a este tabú. Por un lado, a los hombres se les ha educado más en la nociva idea de que trabajar la gestión emocional es una muestra de debilidad y a las mujeres se les ha exigido ser las madres perfectas y estables que siempre debían regalar una sonrisa a todo el mundo.

¿Qué peculiaridades tienen las personas de más de 40 años respecto a la salud mental?

Es muy importante que pongamos el foco en la salud mental en los hombres y mujeres de más de 40 años, por que hay algunas características que hacen su situación más particular y, a veces, difícil, respecto a personas más jóvenes.

  • Mochila más cargada: Es verdad que las personas, conforme vamos madurando desde la pubertad, ganamos nuevas herramientas que nos da la experiencia vital y conseguimos superar muchas de las dificultades que aparecen cuando vamos abandonando la niñez. Pero, a la vez, también es cierto que nuestra mochila emocional a los 25 años será siempre más pequeña que la que tengamos a los 45. Todo aquello que no hayamos trabajado bien en su momento se habrá solidificado y, a lo largo de los años, se habrá convertido en parte de nuestra forma de ser de una forma más difícilmente transformable. Reconstruirnos o aprender a gestionar ciertas carencias o problemas de índole psicológica cuesta más cuanto más tiempo haya de por medio. Hay que echarle más valentía, y eso queremos ponerlo en valor.
  • Autoengaño y vértigo al echar la vista atrás: Cuando ya consideras que has pasado el ecuador de tu vida, es mucho más complicado aceptar y hacer las pases con tu pasado, dado que puedes considerar que el margen de maniobra para cambiar de rumbo es más pequeño. Esto puede llevarnos a autoengañarnos, a tapar el dolor que nos causa mirar hacia atrás, y creer que no necesitamos revisitar nuestra vida. Hay que hacerlo, con cuidado y ayuda de un profesional, para poder vivir el presente y futuro de la mejor forma posible.
  • Consecuencias del edadismo. Hemos hablado largo y tendido en Casa Bruñó sobre el edadismo. Sin desmerecer los problemas estructurales a los que la juventud se enfrenta en su día a día, lo cierto es que se habla muy poco de la discriminación por edad que sufren muchas personas en un mundo cada vez más cambiante. La dificultad para reengancharse al mercado laboral, por ejemplo, afecta fuertemente a la autoestima y la estabilidad emocional de muchas personas, que sienten que ya han quemado muchas más oportunidades que alguien joven.
  • Cambios en el cuerpo y aceptación. El culto a la belleza, tan vinculado con el culto a la juventud (en la línea del edadismo que hablábamos antes), es una presión fuerte que afecta a la autoestima de personas que, quien más quien menos, han basado una parte de su felicidad en su físico. A nadie le gusta ganar arrugas, perder pelo, ver cómo la piel pierde fuerza, encontrarse varices en sus piernas o observar cómo el cuerpo va cambiando de forma. No es que problemas como la dismorfia o la falta de autoestima sean problema exclusivo de las generaciones más mayores, evidentemente, pero éstas tienen unas razones objetivas para que sea algo más generalizado.

Es por todo esto que, aunque estemos constantemente hablando de salud a través de la nutrición, pongamos también en valor que cuidarnos es sí o sí cuidar mente y cuerpo por igual.