Los cítricos en el devenir de la historia del arte

Las naranjas, los limones o los pomelos son fotogénicos. En pintura, en fotografía o en el cine. Sus formas y colores han inspirado a artistas de todas las épocas. Los cítricos en el arte son un motivo recurrente.

En general, las frutas han jugado un papel destacado en la historia del arte. Desde la antigüedad, los artistas siempre han buscado plasmar la belleza de la naturaleza. Las frutas aparecen ya en mosaicos griegos y romanos de casas señoriales. En el Renacimiento, los bodegones de naranjas, manzanas o uvas cobraron un gran protagonismo y fueron un recurso habitual en la pintura de la época. Gracias a la genialidad de algunos pintores, las naranjas o limones encierran en el arte simbologías ocultas.

A continuación, comenzamos un apasionante recorrido por la figura de las frutas cítricas en el mundo del arte. Acompáñanos para descubrir la evolución de los cítricos en la pintura. Recorreremos algunas de las grandes obras que tienen a naranjas y limones como protagonistas.

Representaciones de los cítricos en el arte

Las conocidas como naturalezas muertas son uno de los géneros más antiguos de la historia del arte

. Alimentos, flores u objetos inanimados han servido como modelos para la pintura de todas las épocas. Pero ¿las frutas encierran algún tipo de significado oculto? En general, han tenido una marcada simbología a lo largo de la historia. Por ejemplo, la manzana está asociada al pecado o al deseo en el imaginario bíblico. O las uvas, que representan la lujuria o el deseo. ¿Cuál es la simbología de los cítricos en su representación gráfica?

Ya en la Grecia clásica las frutas adornan frescos y mosaicos de palacios. Los más famosos son los descubiertos en la Casa de los Ciervos, en Herculano. Un pequeño fresco de melocotones y una jarra de agua que adornaba el salón de un palacio en el año 79 d. C. En la Edad Media no tuvieron una representación importante, pero sí que aparecieron en pinturas religiosas. Para los pintores medievales, naranjas y limones simbolizaban la representación del bien y del mal y su lucha por el alma de los seres humanos.

Sería con el Renacimiento cuando las frutas se convierten en un tema de gran importancia. Cesto con frutas (1596) de Caravaggio se considera el

primer bodegón de la historia de la pintura

. Para los monarcas de la época, mecenas de pintores que pagaban las obras, son una de sus obsesiones. Es el caso de Cosimo III de Medici. Este rey encargaría al pintor Bartolomeo Bimbi un gran número de obras de cítricos. Una de las más conocidas es su Pomeranias, naranjas y limones (1715). Para pintores como Botticelli o Bellini, las naranjas en cuadros representan la fecundidad. En cambio, el limón, según el contexto, puede ser símbolo de tristeza o dolor.

Con la llegada de los impresionistas, los cítricos siguen teniendo un marcado protagonismo. Están despojados de un simbolismo tan cargado como en épocas anteriores. Sus colores y formas sirven a Monet o a Renoir para experimentar con la luz y los volúmenes. Para postimpresionistas como Van Gogh también serán una fuente de inspiración constante en su afán de plasmar la naturaleza.

Cuadros con esencia cítrica

Si la naranja es el fruto más representativo de la Comunidad Valenciana, uno de los pintores más famosos de Valencia la plasmó en muchas de sus obras. Joaquín Sorolla vivió el auge del sector industrial cítrico durante los siglos XIX y XX. En sus obras, la naranja representa la vitalidad y la plenitud desde una perspectiva naturalista. Como en Valenciana cogiendo naranjas (1907), casi una especie de retrato robado por la actitud tímida de la modelo. En El naranjero (1891) compone un cuadro costumbrista en el patio interior de una casa con matices regionalistas por la vestimenta de los modelos. Pero también le consagra un carácter casi religioso. Como en su monumental Las grupas (1916), donde representa una especie de romería en el que dos hombres portan un gran racimo de naranjas a modo de ofrenda.

Antonio Fillol Granell, contemporáneo y admirador de Sorolla, también consagrará a la naranja algunas de sus obras. La recolección de naranjas muestra una escena costumbrista de trabajadores del campo ataviados con trajes regionales. En otras de sus obras, los naranjos rodean a los personajes como si retratase una especie de Edén de brillantes colores verdes y naranjas.  

Bodegón de naranjas (1862) de Antonio Mensaque y Alvarado transmite un gran hiperrealismo en el detalle de las naranjas peladas. La textura de los gajos y la pelusa blanca de la corteza son de una viveza vibrante. O el color verde de las hojas y el modo en que la luz juega con el volumen de los frutos colgando.

En su Naturaleza muerta con manzanas y naranjas (1895-1900), Paul Cezanne destaca por su maestría en la composición. La disposición de las frutas ocupando la parte central de la imagen. El contraste de colores entre el blanco del mantel y el colorido tapizado del sofá. Todo ello para tratar de poner equilibrio en un universo azaroso y desordenado.

Julio Romero de Torres evoca la sensualidad de los cítricos en su Naranjas y limones (1927). Con una de sus tradicionales mujeres morenas como modelo, reinventa el bodegón. La mujer, desnuda de cintura para arriba, sostiene en sus brazos naranjas y limones. El pintor equipara así la sensualidad y naturalidad de la fruta con la belleza armoniosa de la mujer.

Rafael Romero Barros, padre del anterior, fue un pintor de estilo costumbrista con una etapa cordobesa de gran realismo. A esta etapa pertenece su Bodegón de naranjas (1863). En la actualidad se puede contemplar en el Museo de Bellas Artes de Córdoba. Una exquisita composición horizontal de naranjas peladas y en gajos. Destaca por la perfección de los detalles de la fruta pelada o de la sombra que proyecta un vaso de zumo. Al igual que otros bodegones de temática similar, el color de los cítricos potencia la vitalidad y la plenitud. Por ello, resulta curioso el término naturaleza muerta para designar este tipo de obras.

Bodegón con naranjas, melón y cajas de dulces pertenece al pintor Luis Egidio Meléndez y se encuentra en el Museo del Prado. Este pintor de finales del XVIII, español pero nacido en Italia, se caracterizó por sus bodegones austeros y detallistas. Todo un maestro de este arte. Una muestra de ello lo podemos ver en la textura de las cajas de dulces del cuadro. Su dominio del claroscuro queda patente en el contraste entre el fondo verdoso y la luminosidad de las naranjas en primer término.

Como hemos visto, la representación pictórica de las frutas supone un documento histórico muy importante. Es un interesante modo de contemplar la evolución de la pintura a lo largo de épocas y estilos. Los cítricos han ocupado un papel relevante. Durante el Renacimiento, su presencia en bodegones simbolizaba aspectos como la vida y la muerte. Con la llegada de los impresionistas se convirtieron en explosivos motivos de brillantes colores. Caravaggio, Botticelli, Monet, Sorolla…

Las naranjas y los limones han posado para los mejores artistas en composiciones que hoy podemos contemplar en museos de todo el mundo. Sin duda, los cítricos en el arte han sido uno de los temas más recurrentes de la historia.